Son tres escalones, que no dejan de ser muy difíciles de superar, pero estando tan cerca es imposible no ilusionarse con llegar a la cúspide.
Este jueves será otro de los maravillosos días donde es imposible no derramar una lágrima, viendo lo que nos rodea, observando a nuestros hermanos rojos presos de ese delirio que despierta Independiente. Ya no duele el presente como ayer, ya aliviamos ese dolor profundo que este torneo amenazó con volver y agudizarse, nos recuperamos, siempre pusimos el pecho como hinchas, como soldados de un gen que nos dejaron para cuidar como el valor más preciado. Por eso, además de que los jugadores lo jueguen con el temple de la vieja camada gloriosa de Independiente, nosotros tenemos que hacer nuestra parte en la tribuna. Será mentira o no que un partido lo gana la gente, lo que queda claro es que la energía se
contagia
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